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Los árboles pequeños de la selva Amazónica sobreviven a la sequía, pero desaparecen los más grandes

Según el estudio, uno de los motivos por los que los ejemplares más pequeños sobreviven es que, al morir los más grandes, hay menos competencia por el agua y más luz disponible

El Amazonas es conocido por ser uno de los reservorios de carbono más importantes del planeta, ya que absorbe y almacena toneladas de CO2 anualmente. El problema es que a lo largo de este siglo se prevé un gran descenso de lluvia en algunas zonas de esta región, ¿qué consecuencias tendrá? Un nuevo estudio publicado en Nature Ecology and Evolution, liderado por la Universidad de Edimburgo y donde el CREAF participa, apunta que los árboles más pequeños serán capaces de adaptarse, pero los más grandes desaparecerán. Lo han descubierto gracias a un experimento in-situ en la selva Amazónica de Brasil donde han simulado una sequía prolongada durante más de dos décadas. Según el equipo, este ajuste conlleva consecuencias, ya que, con la muerte de los ejemplares más grandes, se degrada una cantidad de madera, hojas y raíces equivalente al 40% de la biomasa de estos bosques y, por tanto, el stock de carbono atmosférico que almacenaban en su estructura se libera a la atmósfera. Además, también se pierde parte de la biodiversidad que vive en estos gigantes, como hongos, plantas y animales como roedores.  

“En los primeros 15 años de experimento observamos que la mayoría de los árboles de mayor tamaño murieron y esto provocó una pérdida de más de un tercio de la biomasa total. No obstante, después de este período inicial, el bosque se reconfiguró y los supervivientes presentaban el mismo estrés hídrico que los árboles de áreas no afectadas por la sequía”, explica Pablo Sánchez Martínez, primer autor del estudio, investigador en la Universidad de Edimburgo y quien realizó su doctorado en el CREAF.

Según el estudio, uno de los motivos por los que los ejemplares más pequeños sobreviven es que, al morir los más grandes, hay menos competencia por el agua y más luz disponible. Otra posibilidad es que los más pequeños, que suelen ser los más jóvenes, sean más plásticos y capaces de desarrollar una memoria interna que les permita recuperarse y adaptar su estructura a ambientes más secos, “aunque esta teoría es muy incipiente y la estamos investigando actualmente”, explica Maurizio Mencuccini, investigador ICREA del CREAF y uno de los autores del estudio. Respecto a por qué los ejemplares más grandes mueren, “podría ser que, al ser más altos, están más expuestos al calor, al viento y al estrés por evaporación del agua, en contraste a los más bajitos que están protegidos por la sombra”, añade Mencuccini.

El experimento lo han llevado a cabo durante más de 20 años en unas parcelas de la Floresta Nacional de Caxiuanã, ubicada en Brasil, donde se han incluido cientos de árboles por parcela, correspondientes a más de 150 especies representativas del bosque amazónico. En una de las parcelas se recreó una sequía prolongada, donde redujeron la cantidad de agua al 50% -la sequía que se prevé para al final de este siglo - gracias a unas coberturas de plástico que impedían que el agua llegase al suelo, y la compararon con otra parcela conformada por las mismas especies donde no se llevó a cabo ninguna acción. Aunque el equipo también advierte que las condiciones de sequía serán peores de lo que se han podido recrear en el estudio, porque vendrán acompañadas de más calor, cambios en la humedad del aire y los efectos combinados de tormentas o incendios, “así que se tendrá que investigar más a fondo y más a largo plazo”, añade Sanchez Martinez.   

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